En posts anteriores hemos abordado temas como la menopausia y la sexualidad individualmente. ¿Pero qué sucede cuando unimos estos dos términos en un mismo titular? ¿Qué tiene de especial la vivencia de ambos conceptos para una misma mujer?
Como cada etapa de la vida del ser humano, la menopausia en la mujer supone una serie de cambios físicos y emocionales. Por la edad en la que se produce este fenómeno (entre los 45 y 55 años, y en nuestro país, de media, a los 51 años), también va acompañado de ciertos cambios en la esfera familiar, laboral y social de la mujer. Todo esto implica adaptaciones y cambios en muchos aspectos de la vida. Unos llegan poco a poco, y otros llegan sin previo aviso, pero lo cierto es que a la menopausia llegamos de forma gradual y natural; forma parte de la evolución natural del ciclo femenino. Es el fin de la fertilidad pero no el fin de la sexualidad.
Como referíamos en el post anterior sobre la sexualidad, esta es más que una práctica concreta. La sexualidad es sobre todo una vivencia, con aspectos físicos y emocionales que tiñen de colores diferentes las experiencias individuales.
Lo que creemos sobre la sexualidad en la menopausia está condicionado por nuestras expectativas, nuestras creencias y nuestra historia sexual previa. Tradicionalmente en nuestra cultura se ha asociado sexualidad y fertilidad. Al terminar la capacidad de engendrar, se ha generalizado la creencia de que en esta etapa disminuyen el deseo y la actividad sexual en la mujer. Sin embargo, los últimos estudios al respecto dicen que no es así. La capacidad para disfrutar de la sexualidad es independiente de nuestra fertilidad.
Muchos estudios han demostrado que la mayoría de mujeres felices y sanas no experimentan una disminución del deseo ni de su capacidad para disfrutar o llegar al orgasmo por el simple hecho de atravesar la menopausia. Hay mujeres que se sienten liberadas del miedo al embarazo y descubren en estos momentos una sexualidad más libre y más espontánea. Sin embargo, otras mujeres experimentan una disminución de su deseo de forma temporal.
Los aspectos que sí tienen mucho peso en la vivencia de la sexualidad son, por ejemplo, si la mujer se siente cómoda con su propio cuerpo y su sexualidad, la satisfacción de la mujer con su pareja, su actitud ante el envejecimiento, su historia sexual, y su salud mental y física general.
En caso de tener hijos, esta es también la etapa de la vida en que ya han crecido, algunos se van de casa o simplemente son mas autónomos y sus demandas de cuidados cambian. La pareja se rencuentra tras años de convivencia, pero, a veces, de poca relación de intimidad emocional. Ambos miembros de la pareja tienen que redefinir sus papeles en la sociedad, en el trabajo y en su propia familia. Todo esto supone un gran reto emocional que condiciona nuestras vivencias en todos los aspectos de nuestra vida, incluida la sexualidad. No olvidemos que la sexualidad es una forma de comunicación con nosotros mismos. En el marco de la pareja, es un idioma que hablan dos personas. Si el canal emocional está roto, la comunicación se dará sin comprensión y sin sintonía.
Es cierto que existen algunos síntomas físicos asociados al cese de la actividad del ovario y la producción de estrógenos. Uno de ellos son los sofocos, que alteran el sueño y, por lo tanto, afectan el estado de ánimo y la sensación de cansancio. La sequedad vaginal es el otro enemigo de la satisfacción sexual. La disminución del grosor de las paredes vaginales y la disminución de la lubricación produce disconfort y muchas veces dolor de la penetración. Esto genera una actitud de miedo y evitación ante el encuentro sexual y, por lo tanto, genera distanciamiento y, a su vez, sentimientos de culpa o de tristeza en la mujer. Si bien es cierto que la sexualidad es mucho más que penetración, esta es una parte importante en la sexualidad de muchas parejas.
Disponemos de recursos a nuestro alcance para aliviar estos síntomas. Los estudios disponibles confirman que la propia actividad sexual, entendida ampliamente más allá del coito, ya sea en pareja o individual, mejora la elasticidad del tejido y la lubricación por aumento del flujo sanguíneo vaginal. Además, existen en el mercado geles vaginales que, usados diariamente, aportan mayor humedad y confort a la zona vaginal. Estos mismos, así como otros lubricantes específicos, tales como los lubricantes de base de silicona, que son más densos, resbalan más y ayudan más a la lubricación porque no se secan, se pueden usar también para el momento de la penetración. Estos últimos se pueden encontrar con efecto calor o frío (los cambios térmicos pueden ser estimulantes locales de las sensaciones placenteras) y también con sabores y olores diferentes. Uno de los grandes afrodisíacos es la fantasía y el juego, este es un momento más para explorar.
En casos excepcionales también se podrían utilizar preparados en comprimidos, parches y anillos vaginales que contienen pequeñas dosis de estrógenos o medicamentos parecidos que alivian los síntomas, mejorando los sofocos y la sequedad vaginal. Consulta con tu matrona, ginecólogo o médico de familia para valorar si en tu caso es recomendable el uso de estos productos por un pequeño espacio de tiempo.
En algunas ocasiones el problema físico lo presenta, en las parejas heterosexuales, la salud del compañero sexual. Ciertas enfermedades o medicaciones provocan problemas de erección y de disminución de la líbido. Es importante de nuevo una buena comunicación y abordarlo con el médico de familia o matrona para que puedan orientaros en la búsqueda de posibles soluciones.
Recuerda que cada etapa supone un reto y una oportunidad de descubrirse y conocerse. Durante el tiempo que rodea la menopausia, la matrona también puede acompañarte y orientarte mientras se produce esta nueva adaptación.
Francisca Postigo Mota, matrona del Centro de Salud de Cieza Este (Murcia)